jueves, 9 de febrero de 2012

La historia de Kitty Genovese

Fuente: Wikipedia
La historia de Kitty Genovese

El 13 de marzo de 1964 tuvo lugar un crimen cuya repercusión significó un antes y un después para el estudio de las víctimas. La criminología  se había centrado hasta entonces en el estudio del delincuente.

Kitty Genovese vivía en Queens, un barrio residencial de Nueva York  y esa noche cuando llegaba a su apartamento a la vuelta del trabajo, un delincuente se abalanzó sobre ella y la acuchilló. Los gritos de Kitty consiguieron alertar al vecindario puesto que las luces de varios apartamentos se encendieron e incluso se oyeron voces que pedían que se dejara a la mujer en paz. El agresor huyó, pero nadie acudió a socorrer a Kitty que, como pudo, se desplazó dirigiéndose al portal de su casa.

No obstante, el delincuente regresó para atacarla de nuevo y los gritos de Kitty sonaron con más desesperación. Del mismo modo, los vecinos se asomaron y pidieron que parara, pero nadie alerto a la policía ni acudió a socorrerla, aunque consiguieron que el agresor se fuera.

De nuevo, Kitty tuvo otra oportunidad para ser ayudada, pero nadie acudió, nadie dio la voz de alarma. Desgraciadamente solo volvió su asesino para rematarla.

El asesinato conmocionó a la sociedad estadounidense cuando se conoció que un mínimo de 38 personas habían presenciado los hechos y que nadie fue capaz de ayudar o como mínimo, avisar a la policía.

El caso de Kitty también tuvo su repercusión en la comunidad científica. De su estudio surgió lo que se conoce como “el efecto espectador” o “el síndrome Genovese” que explica que ante una emergencia es menos probable que alguien intervenga cuando hay más personas que la presencian que  cuando hay una sola.

Según los psicólogos Darley y Latané, que estudiaron el fenómeno, la presencia de un grupo hace que se diluya la responsabilidad. Las personas justifican su no actuación pensando que habrá otras más preparadas para ayudar o bien temen ser reprochados por ofrecer una ayuda no solicitada.

Dicho temor se hace presente sobre todo en los delitos relacionados con la violencia doméstica. Las personas que presencian agresiones a mujeres no suelen reaccionar pues consideran que es meterse en casa ajena y les da miedo acabar como el conocido caso del Profesor Neira.

Sin embargo, donde personalmente más me preocupa el efecto espectador es ante los casos de maltrato infantil. Si los padres de un niño, que son los máximos responsables de su protección, no son capaces de protegerle y el resto,  los testigos  quedan mudos a causa del efecto espectador, entonces ¿qué posibilidades tendrá el menor? ¿Realmente se considera que dar la voz de alarma es meter las narices donde no te llaman? ¿No son los niños responsabilidad de todos?